—¿Y ahora qué hacemos?
—Little Yao no tendrá problemas, ¿verdad?
Leilei y Wang Xiaoya se sentaron y tomaron un respiro profundo.
—Tiene marido, solo entrégasela a Zhang Dongliang, ¿no? —dijo Long Fei con calma.
—No sirve, su marido está en el hospital, ¡todavía no le han dado el alta! —sacudió la cabeza Leilei.
Long Fei alzó las cejas, recordando que el grupo de la noche anterior no se había contenido, y supuso que debieron haber causado daño de verdad.
Pero, ¿qué se podía hacer? Les habían golpeado y no podían decir nada al respecto.
Después de todo, ellos fueron los primeros en atacar.
Incluso si llamaran a la policía, seguir los procedimientos normales no les ayudaría, sin mencionar la influencia significativa del otro bando.
Alargó la mano y agarró la muñeca de Xie Xiaoyao para tomarle el pulso.
No había problema físico, parecía más bien que su mente estaba en shock.
La situación actual era angustiante tanto para Leilei como para Wang Xiaoya.