En la habitación, la cama crujía y gemía.
Los gemidos de Wang Xiaoya resonaban, a veces sonaban placenteros, a veces dolorosos, haciendo que tanto Lin Shanshan como Li Wenwen se sonrojaran.
Las dos sacaron la lengua, sus corazones latiendo como si fueran tambores.
En ese momento, alguien de la habitación de al lado salió para usar el baño.
Al escuchar el ruido, salieron corriendo, soltando risitas mientras corrían.
Cuando Wang Xiaoya escuchó la risa, abrazó a Long Fei y se detuvo, girando sus grandes ojos hacia la puerta.
—¡No les hagas caso! —dijo Long Fei.
Long Fei estaba verdaderamente sin palabras con su cuñada, no dispuesto a parar cuando las cosas se estaban calentando.
Wang Xiaoya se rió tímidamente y siguió con él, sintiendo un poco de emoción.
En el tercer piso, Lin Shanshan y Li Wenwen regresaron a casa, apoyándose contra la puerta como si fueran ladronas, recobrando el aliento.
—¿Qué escuchaste hace un rato? —preguntó Li Wenwen con una risita.