La multitud estaba conmocionada.
La expresión de Kuroki se volvió aún más sombría, sin esperar que Gandhi, una vez inferior a él, poseyera un poder tan inmenso. La fuerza mostrada en ese último movimiento evidentemente superaba la suya. Kuroki respiró profundamente, sabiendo que incluso si usara sus habilidades características, probablemente no podría derrotar las Mil Manos Caídas de Gandhi.
—¿Está muerto? —Gandhi se paró en el aire, buscando algún rastro de Guo Yi.
—¡El hombre ha desaparecido! —Kuroki soltó una risita y dijo—. Maestro Gandhi, ¡nunca imaginé que en diez años, su fuerza habría crecido tanto!