—¡Guau, la casa de Guo Yi es tan hermosa! —exclamó Guo Caijie emocionada mientras miraba la gran villa—. El ambiente es genial, y la ubicación es excelente. Lo más importante, me siento particularmente feliz en cuanto entro.
—¡Sí! —asintió Guo Caixia, admirando continuamente el entorno con asombro—. El paisaje aquí era realmente hermoso, tan hermoso que hacía que la gente se sintiera renovada y encantada, como si cada célula de su cuerpo hubiera abierto la boca para respirar. Guo Caixia no podía creer que existiera un lugar tan hermoso en el mundo. Era verdaderamente un lugar que te hacía querer quedarte y olvidar regresar.
En ese momento, Guo Yi salió de la villa.
—¡Guo Yi, hermano! —Guo Caijie corrió emocionada hacia los brazos de Guo Yi.
Guo Yi sonrió y dijo:
—Cai Jie, ¿qué te trae por aquí?