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—Jaja... —Li Mubai rió a carcajadas, avanzando con orgullo hacia los Lu.
En la entrada, docenas de expertos de los Lu se apartaron para dejar un camino libre, cada uno inclinando sus cabezas y doblando sus cuerpos.
Cada uno de ellos apretaba los puños con fuerza, conteniendo una oleada de ira, las venas hinchadas sobre sus cuerpos, atreviéndose a estar enojados pero sin osar hablar.
No hasta que Li Mubai se hubiera ido.
—Jefe de Familia, ¿cómo podemos reconocer a una persona así como nuestro maestro? —dijo alguien.
—En efecto, ¿cómo puede alguien tan joven poseer alguna habilidad real? ¡El mundo solo tiene un Joven Gran Maestro! —comentó otro.
—Jefe de Familia, no debemos mancillar la reputación centenaria de los Lu —protestó un tercero.
La multitud estaba indignada.