La Pitón no mostró misericordia, devorándolos gradualmente.
Todo había terminado.
Li Mubai flexionó sus músculos y al girarse vio a Un-Ojo escondido dentro de un bote de basura, temblando.
—¡Sal! —ordenó Li Mubai.
—Maestro, perdóname... ¡perdona mi vida! —Un-Ojo temblaba por completo.
—Sácame de aquí —Li Mubai lo miró y dijo— y perdonaré tu vida.
—¡Sí, sí! —Al escuchar esto, Un-Ojo se apresuró a salir del bote de basura.
En el bote de madera, el barquero seguía ahí. Un-Ojo rápidamente condujo a Li Mubai a la cabina del bote, sus ojos llenos de miedo. Nunca se atrevía a erguirse al hablar con Li Mubai. Se inclinaba cada vez que hablaba, casi como si estuviera a punto de arrodillarse.
—¿Cuánto tiempo tomará introducirnos en el país desde aquí? —preguntó Li Mubai.