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Trece asesinos encontraron su fin a manos de Guo Yi. Aplastados por piedras, pisoteados hasta la muerte, quemados vivos, asfixiados... murieron de maneras que nadie esperaba.
En el último piso del Hotel Seoul, una sombra negra se paraba, como si hubiese estado solo durante diez mil años.
—Jesús —había un toque de diversión en el rostro sereno de Guo Yi mientras murmuraba para sí mismo—. Ya que has venido, deberías dejar algo atrás, ¿no? ¿Tu vida? ¿Tu alma?
Matar a más de una docena de asesinos de una vez no era un evento sin precedentes.
Por supuesto, solo había ocurrido una vez en toda la historia humana. Cuando la Alemania Nazi comenzó su matanza, los líderes de varias naciones, aterrorizados por Hitler, habían enviado a sus mejores asesinos, y el Inframundo había ofrecido una generosa recompensa.
Docenas de asesinos se aventuraron a Alemania, todos en busca de la cabeza de Hitler.
Pero nunca regresaron.
