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Tan poderosos, dos picos de los Grandes Maestros de Artes Marciales, tres Grandes Maestros de Artes Marciales... todos fueron decapitados. ¿Quién más se atrevería a oponérsele?
Los ojos de Lu Shaochen estaban rojos de sangre.
Tan joven, casi una década más joven que él mismo y, sin embargo, inesperadamente, su fuerza era incontables veces mayor que la suya. Solo podía mirarlo con anhelo, suspirando por la vastedad no alcanzada.
—¡No!
—¡Debo superarlo! ¿Cómo puedo permitir que sea más fuerte que yo?
De hecho, Lu Shaochen no era el único que ardía de envidia.
En una esquina del torneo del Dao Marcial, una criatura envuelta en túnicas negras, empaquetada como un dumpling de arroz, era apenas discernible. Solo se veía un par de ojos llenos de ira y odio sin fin. En esos ojos parecía hincharse un odio capaz de devorar los cielos.