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—Entonces, ¿quieres que te ignore y me ocupe primero de la familia Zhen? —Shen Hanyu la miró en silencio—. Eso es lo que hice antes, pero tú me pediste el divorcio. ¿Crees que haría lo mismo otra vez?
Sang Qianqian apretó los labios, sin saber cómo responder.
Su mirada cayó sobre los pocos guardaespaldas fuera de la ventana y se sintió un poco indefensa. —Pero no puedes encerrarme aquí.
—No puedo confiar en alguien a quien le gusta desaparecer tan fácilmente —él respondió ligeramente—. Quédate aquí obedientemente y dile a Xie Shi'an que no haga nada inútil.
Sang Qianqian se quedó sin palabras.
¿Debería alegrarse de que Shen Hanyu le hubiera permitido tener su teléfono? Al menos podía contactar con el exterior.
El hombre ya se había dado la vuelta y estaba a punto de irse, pero se detuvo cuando llegó a la puerta. —Hoy estoy un poco ocupado. Volveré tarde, así que acuéstate temprano.
