Un hombre sabio se somete a las circunstancias.
En ese momento, Jiang Xin no era tan estúpida. Sabía qué elegir.
Su Wan sonrió satisfecha y amenazó:
—Responde a lo que te pregunte a continuación y haz lo que te diga. Si algo sale mal, tu Corporación Jiang estará en peligro.
Jiang Xin no tenía otra opción. Kang Xu hacía tiempo que no la buscaba. Probablemente escuchó a su familia y renunció a ella. De lo contrario, habría venido a salvarla después de tanto tiempo.
Al final, Jiang Xin asintió solemnemente con los ojos apagados. —De acuerdo.
Su Wan obtuvo la respuesta que quería y continuó preguntando a Jiang Xin:
—¿Dónde sueles encontrarte con esa persona?
—Un café en las afueras.
—¿Cuál es la característica de esa persona?
—Lleva una máscara —respondió Jiang Xin.
Jiang Xin estaba inexpresiva y sus ojos ni siquiera titubeaban. Viendo que no parecía que estuviera mintiendo, Su Wan le creyó. —Bien, haz lo que haces. Te devolveré tu teléfono y organizaré que te encuentres allí.
