Era más fácil sorprender a alguien cuando estaba desprevenido. A Lin Xi la sorprendieron así.
La boca de Lin Xi estaba sellada con cinta, y sus ojos cubiertos con un paño negro. Sus manos estaban atadas detrás de su espalda, y dos guardias de seguridad la empujaban hacia adelante.
Su corazón estaba lleno de miedo. La única persona a la que recordaba haber ofendido era Su Wan.
Cuando Jiang Xin vio a Lin Xi, sus ojos se abrieron desmesuradamente, llenos de incredulidad.
Solo cuando la trajeron frente a Su Wan y los demás, Zhao Lin consiguió que alguien le quitara el paño negro y rasgara la cinta de la boca de Lin Xi. La intensa sensación de desgarro le hacía doler la piel. Lin Xi frunció el ceño y abrió los ojos lentamente. Vio a Su Wan, Jing Chen y a los demás frente a ella. A su lado estaba Jiang Xin, atada a una silla.
—Señorita...
El rostro de Lin Xi era amargo. Abrió la boca, sin saber cómo explicarle esto a Jiang Xin.