El guardaespaldas subconscientemente avanzó para ayudar a Lin Xi. Primero, le ayudó a quitar el pañuelo de la boca y luego, mientras desataba la cuerda, pensó, «¿sería este el asunto urgente del que le hablaba el niño hace un momento?»
¿Pero cómo la ató así el Asistente Lin?
—Asistente Lin, no hay nadie en esta villa. ¿Cómo te ataste tú misma así? —aún así preguntó el guardaespaldas.
Durante el proceso de desatar la cuerda, la mirada del guardaespaldas pareció deslizarse accidentalmente por el escote en el pecho de Lin Xi. Cuando dirigía la vista hacia abajo, eran sus piernas blancas. Volvió a tragarse la saliva y sus movimientos se ralentizaron, distrayéndose con pensamientos que comenzaban a aparecer en su mente.
—¿Quién dijo que no hay nadie aquí? —Lin Xi estaba furiosa solo de pensar en Jing Hao. En este momento, su actitud hacia los guardaespaldas no era mejor—. Si no hubiera nadie, ¿les hubiéramos pedido que vigilaran aquí?
