—¿Qué estás haciendo? —dijo Xie Jiuhan con expresión fría.
—Eructo... —Feng Qing eructó, y un halo de extraña fragancia se desprendió de su boca. Su rostro del tamaño de una palma era increíblemente encantador y rojo, y había un deseo lujurioso entre sus cejas. Solo con mirarla era suficiente para sentir que el deseo brotaba. Bajo la luz, la piel de la mujer se volvía más suave y clara. A medida que el efecto de la medicina aumentaba, su cuerpo se cubría de un tenue color rosa, y él sentía que ella era muy dulce.
—Jiu Jiu, la última vez en Ciudad Zhe, fuiste envenenado por el señor Qingyi. Escuché de Ji Yunchen que pareces haber odiado siempre este asunto. Hoy, calmaré la ira en tu corazón y le devolveré esto mil veces al señor Qingyi con esta droga. ¿Adivina cuántas botellas he bebido? —Feng Qing dijo mientras abría otra botella y la bebía.