Lo que Xie Shihao no sabía era que Gu Qingye también había tratado a Xie Jiuhan como su meta en la vida desde que era joven. Quería convertirse en un hombre como él, por lo que había estado imitando a Xie Jiuhan desde joven. Sin embargo, las imitaciones siempre eran solo imitaciones y nunca podrían ser superadas.
—Xie Shihao, si quieres morir, solo dilo. No me importa satisfacerte. —Las venas de Gu Qingye se retorcían.
—Xie Shihao frunció los labios. —Ten en cuenta la ocasión. Mi tío todavía está aquí. ¿Quieres atraer su atención especial?
—Gu Qingye:
—…
Justo cuando los dos estaban discutiendo, Xie Jiuhan finalmente caminó hacia el centro de la primera fila y se sentó. Xie Yuhuan se sentó directamente a su lado. Había una sonrisa en su rostro anciano. Ella disfrutaba de la sensación de ser observada por todos.
