—La respiración de Xie Jiuhan se volvía más y más pesada —Feng Qing cambió rápidamente de tema. Si esto seguía así, Xie Jiuhan la castigaría en el acto.
—Jiu Jiu, ¿has conseguido la retina artificial? —preguntó Feng Qing, aunque ella ya conocía la respuesta.
Xie Jiuhan se congeló. Su ardiente corazón se tornó frío. Las palabras de Feng Qing eran como un balde de agua fría, despertándolo. Sostuvo el rostro de Feng Qing con ambas manos —Jovencita, yo… lo siento. La retina artificial fue robada.
Los ojos de Xie Jiuhan se oscurecieron. ¿De qué servía ser el Rey de la Capital? Aún así se la habían arrebatado. Al pensar en esto, sintió una oleada de resentimiento.
—¿Quién podría robarte? —preguntó Feng Qing.
—Dios de los Ladrones, Fantasma —ya he enviado gente para buscarlo. Si lo atrapo, ¡definitivamente arrancaré sus tendones, lo desollaré vivo y trituraré sus huesos hasta convertirlos en polvo! —La intención asesina de Xie Jiuhan se disparó.