Alan siempre había sido un hermano menor de carácter apacible que tenía un excelente control de sus emociones como médico. Rara vez había algo que pudiera hacerle perder el control o causar la más mínima fluctuación en sus emociones.
Esa fue la primera vez que Abel escuchó a su hermano hablar en ese tono y le sorprendió.
Samantha no sabía que Abel estaba al teléfono porque él le daba la espalda. Fue solo cuando se acercó más que se dio cuenta. Inmediatamente se calló y sonrió avergonzada a Abel antes de retroceder y darse la vuelta para volver a entrar en su habitación.
Abel volvió en sí y preguntó abruptamente:
—¿Qué te pasa, Alan?
Alan también sabía que su tono había sido un poco exagerado pero en ese momento le importaba poco. Preguntó obstinadamente:
—Abel, ¿podrías decirme quién fue el que... te llamó antes?
No podía estar más familiarizado con esa voz. Ocupaba sus pensamientos día y noche, y era una voz que había estado tratando de encontrar durante mucho tiempo...