El aroma de los lirios se volvía cada vez más fuerte y Donald no pudo contener un estornudo. Luego frunció el ceño y se sonó la nariz.
No pudo evitar sentirse un poco aturdido después de inhalar la fragancia e inconscientemente apoyó su mano en el ataúd para estabilizarse.
La voz de Theodore resonó entonces en su oído. —Señor, ¿está usted bien?
Donald volvió en sí. Alzó la mirada hacia Theodore, que en algún momento se había acercado preocupado por él.
—Estoy bien —Donald se enderezó y arregló su apariencia—. Vamos.
No había necesidad de quedarse allí más tiempo después de confirmar con sus propios ojos que Timothy estaba muerto.
—Sí —Donald y Theodore se marcharon juntos.
Sin embargo, tan pronto como Donald salió por la puerta del hotel, varios policías se le acercaron y le mostraron su identificación antes de decir, —Sr. Donald Barker, usted es sospechoso en un caso de asesinato. Tendremos que llevarle para un interrogatorio. ¡Por favor coopere!
