Zhai Yaohui cerró los ojos por un momento. Luego en sus ojos se reveló un destello tan agudo como el de un halcón. —Bien, seamos francos. Es raro que Miao Miao se lleve bien contigo. Por eso, quiero preguntarte algunas cosas sobre Miao Miao. Tienes que responder honestamente.
—¿Qué gano con esto?
—¿Te atreves a preguntarme qué vas a ganar? —Zhai Yaohui se sintió ridículo. ¡Quién tendría la osadía de un leopardo para atreverse a preguntarle eso al jefe de un país!
—Jefe Zhai, ¿no me dirá que cree que estoy obligada a responder a sus preguntas? Puede que no sepa que, además de mis familiares, de hecho, suelo ser bastante difícil con los demás. —Qiao Nan sonrió.
—Jajaja. —Zhai Yaohui soltó una carcajada sarcástica. —Entonces, ¿qué esperas ganar con esto?
—A menos que Tía Miao se dé cuenta por sí misma, o Hermano Zhai y yo le digamos la verdad a Tía Miao por nuestra propia cuenta, Jefe Zhai, debería fingir que no sabe nada.
