—Está bien, no te preocupes por mí. Deberías preocuparte por tus propios resultados —dijo Qiao Nan guardando la llave—. No debes decirle a nadie sobre esto.
—No soy un tonto —Zhu Baoguo cruzó una pierna sobre la otra—. Xiao Qiao no mencionó nada sobre la casa a las chicas del dormitorio. Parecía que no era tan cercana a ellas como lo era con él. Al menos, Xiao Qiao tenía conciencia y sabía quién tenía su mejor interés en el corazón.
Zhu Baoguo estaba de especialmente buen humor porque Qiao Nan le confió su secreto. No solo cruzó las piernas sino que también tarareó una melodía, causando que los estudiantes de la clase uno estuvieran desconcertados por su buen humor.
Zhu Baoguo siempre fue muy protector con Qiao Nan. La cuidaba como si fuera su hija.
Ahora que Qiao Nan había tenido tal problema, ¿por qué estaría Zhu Baoguo tan feliz al respecto?