Qiao Zijin no podía comer comida picante. Si lo hacía, le aparecían acné en su cara y espalda.
En el pasado, cuando Ding Jiayi estaba a cargo de las comidas, usualmente cocinaba de acuerdo con las preferencias de Qiao Zijin. Qiao Dongliang, que necesitaba comida picante para acompañar su arroz, tuvo que abandonar este hábito. Ocasionalmente, cuando tenía antojo de comida picante, la comía fuera de casa.
La razón por la que Qiao Dongliang no decía nada era porque pensaba que Qiao Nan tampoco le gustaba la comida picante. Al menos, eso fue lo que Ding Jiayi le dijo.
Pero hoy sus mentiras fueron expuestas.
—No, puedo hacerlo. Pero no hay chile en casa —dijo Ding Jiayi intentando dar su última lucha—. Si añadía chile al pequeño pez amarillo, sería casi imposible para Zijin comerlo.
—No te preocupes. Iré a comprar algo —respondió Qiao Dongliang dejando su maletín y yéndose en bicicleta.
Dado que Qiao Dongliang estaba tan decidido, Ding Jiayi no tenía forma de detenerlo.