—¡Ambos sois unos canallas determinados a arruinar mi familia! ¡Déjame decirte, de ninguna manera! Esta es mi casa, y estas son nuestras pertenencias. ¡Suelta! ¡No te dejaré llevar ni una sola prenda de ropa de mi casa! —Ding Jiayi corrió hacia Qiao Nan y el Viejo Yang como si estuviera loca. Su comportamiento frenético era similar al de un paciente que escapó de un hospital psiquiátrico.
El Viejo Yang era un extraño, y había oído hablar de las malas acciones de Ding Jiayi. Aparte de sorprenderse por ser tratado de tal manera, no le importaba mucho.
Sin embargo, cuando el Viejo Yang escuchó que Ding Jiayi gritaba a Qiao Nan y también quería enviarla lejos, no pudo tolerar más su comportamiento. —Old Qiao, ¿debería llevarme a Nan Nan primero?
—Claro, lleva a Nan Nan. —Qiao Dongliang agarró a Ding Jiayi con una mano y le dijo a Qiao Nan con calma—. Nan Nan, tú ve adelante con el Tío Yang al lugar alquilado primero.