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Chapter 41 - Violencia Iracunda

Hola a todos. ¿Cómo se encuentran? Espero que bien. Aquí les traigo un nuevo capítulo de este fic. Sin mucho por agregar, que lo disfruten.

 

Todos los derechos reservados a Eiichiro Oda, creador de la franquicia One Piece.

 

Capítulo 41: Violencia iracunda.

 

En la guarida Alhambra.

Habían pasado dos horas desde que Rebecca comenzó a entrenar con Atus. Tiempo en el que ella tuvo que mostrar todo lo aprendido con Kyros y, al mismo tiempo, exhibir un poco de su fuerza. Pero la exigencia de quien es su mentor en esos momentos, empezó a pasar factura en ella. —Demonios Rebecca, no estas haciendo lo que dije.— dijo Atus golpeando uno de los maniquíes, cortando su brazo, y agregó, —Si no eres capaz de hacer eso, ni mucho menos de sostener tu espada por más de dos horas, no serás capaz de vengar a los tuyos— La palabra 'vengar' resonó en la mente de la gladiadora.

—¿Vengar? Pero debo ser capaz de protegerlos.— Atus agacharía su cabeza, mientras puso rumbo a un armario que allí había. Sacaría un espejo de el y pasaría a mostrárselo a la joven. —¿Qué es lo que ves?— preguntó Atus. —A…mí— respondió Rebecca con dudas. —Mira más de cerca.— A medida que Rebecca acercaba su vista, dejaba de verse a si misma y empezaba a ver una ciudad.

La misma era Acacia, que estaba siendo incendiada y destruida por un grupo desconocido de personas. Los ciudadanos eran atacados sin piedad, por este grupo de violentos. A medida que el asalto iba agravándose, más caos se originaba en la ciudad, al punto que su familia se involucró, pero a diferencia de lo acontecido durante la Torikago, ellos no correrían con la misma suerte.

Kyros y Doldo III serían masacrados en una camorra entre varios de esos sujetos, yaciendo estos sin vida luego de la gresca. Rebecca vería a través del espejo como su padre y sus abuelos eran descuartizados y sus partes cercenadas empaladas por este grupo de inadaptados, todo mientras su tía era violada y degollada, con sus prendas arrancadas de par en par.

Rebecca intentó avanzar, pero Atus la detuvo. —¿Sabes que esto es una ilusión, no? Pero puede volverse real si no haces lo que te digo.— En ese momento, algo se quebraría en la mujer invicta. Su mente, afectada por todo lo que ha pasado y vivido, empezaría a trastornarse, con una mezcla de rabia, desesperación, miedo y dudas, mientras sentía su pecho arder descontroladamente. Su juicio se debatía sobre si romper o no, sus principios y moral para poder proteger a los suyos, pero Atus recogería su espada, que para ese entonces se había caído de sus manos, para arrojársela a los pies de la gladiadora, sacándola de su trance. —Tu decides. Dejar que la culpa te carcoma o vengarlos— dijo Atus seriamente.

Rebecca levantaría su espada. —//¿Esto es lo que les pasará? Entonces. ¿Todo lo que he aprendido no sirve de nada…aquí? ¿Por qué…el mundo es tan cruel? No debería ser así, pero…Me orillaron a esto. Mi familia ya esta decepcionada de mí por haber fallado en todo lo que me enseñaron. El sólo hecho de mandar a morir sin querer a alguien, ya es muestra suficiente de mi inmoralidad. Perdón…por todo, no tuve opción. Si debo proteger a mi capitán y a todos los que quiero, debo ser implacable. Lo siento…mamá y papá, los he fallado//—

Las horas pasaron y las pruebas se tornaron cada vez más brutales. Rebecca seguía cuestionándose su ideal mientras incapacitaba a los autómatas hechos de madera y metal, pero dichas acciones sólo empeoraban cuando, con cada inhabilitación, un grito desgarrador de algunos de sus familiares se hacía oír, llegando al punto en el que sus rostros empezaron a vislumbrarse en los androides, desatando el pánico en la gladiadora.

La rabia comenzó a dominarla. A medida que el entrenamiento avanzaba, Rebecca dejó de preocuparse por los detalles y empezó a golpear con todo lo que tenía. Su espada empezaría a oscurecerse, siendo cada vez más destructiva con cada golpe y corte que chocaba con la madera de los robots.

—¡Más rápido!— rugió Atus, lanzándole una espada más pesada para que cambiara de arma en medio del combate. Rebecca la atrapó en el aire, lanzándose contra los autómatas con una ferocidad que nunca se hubiera imaginado. Lograría destrozar varios de ellos de un solo golpe, provocando que ella desatara un grito tan fuerte que resonó en toda la guarida.

Unas horas más tarde, Rebecca salía de la guarida con una mirada fría como el acero. Consigo cargaba su espada, oscurecida por el arduo entreno dentro de la cueva, reposando en su espalda dentro de una vaina desgastada.

Atus la vería a lo lejos, con un rostro de satisfacción. —Otra guerrera hecho por mí. Comprenderás todo lo que has visto y entenderás que, la compasión no siempre tendrá lugar cuando tu vida peligre. Cuídate y no mueras— Rebecca no escucho, debido a que estaba lejos de la entrada, nublada por todo lo visto en esas ilusiones, pero, lejos de tener temor, tenía una ardiente determinación. Sin saberlo, se había convertido en alguien capaz de hacer todo lo necesario para ganar una batalla.

La gladiadora caminaría hasta ver a Jazé entrenando a Kaia en el uso de su tonfa, fallando esta última en un movimiento, tropezándose con la dichosa vara y cayendo en el proceso. Jazé vería a Rebecca llegar, sólo para percatarse que su andar y mirar ya no eran lo mismo que unas horas atrás. —¿Cómo te sientes?— Rebecca se observó sus manos. —Me siento…diferente, pero con una sensación…extraña— Kaia observó a Rebecca brevemente, sintiendo una opresión en su pecho. —//Rayos. Es intimidante. No se que habrá hecho 'El Mostacho', pero, no puedo mirarla mucho tiempo. Da miedo//— —¡Kaia! ¡Ayúdame a llevar las cosas! ¡Rebecca tiene un combate dentro de una hora! ¡Hay que volver!— exclamó Jazé a una obnubilada Kaia. —¡S-Si!— respondió la alumna de la danzante, al tiempo que alzaba todos los objetos de entrenamiento, yendo tras de su maestra y la gladiadora.

Mientras, en una habitación dentro del coliseo.

Una gacela antropomórfica lamía el cuello de una joven muchacha. Ambas yacían despojadas de toda prenda de vestir, acostadas bajo un abrazo mutuo donde la antílope besaba cada parte del bello y desnudo cuerpo de la chica. Al cabo de unos minutos, la mozuela se levantaría, dejando ver su esbelta figura y su largo cabello rubio mientras se ponía un peto platinado, protegiendo su cuerpo y unas grabas y escarpes también plateadas, terminando el mismo al ponerse correas en todo su brazo derecho, cuello y cadera, tomando su espada y un broquel. La gacela se levantaría de la cama, dirigiéndose hacia donde estaba la joven. —Mi siempre bella Lumibelle, tu elegancia me deja atrapada— —Oh, Fambi, tu siempre tan amorosa— dijo Lumibelle mientras Fambi la abrazaba de su cintura. —Por que te amo, y si este día lo permite, que nuestro cariño sea tan imperecedero, que ni las más grandes adversidades lo rompa— Lumibelle se sonrojo de tal forma, que besó los labios de Fambi con una pasión indescriptible, siendo correspondido de la misma forma. —También te amo, Fambi y siempre te amare, pase lo que pase— dijo Lumibelle con una sonrisa.

Mientras, en otra habitación del coliseo.

Unas monjas terminaban de preparar a una mujer de cabello rubio platinado, alcanzando esta última una corona e insertándola en su cabeza. —Superiora, ya están las demás en sus respectivas zonas de entrada— dijo una de las novicias. La Superiora se levantó. —¡Orden de los Alternos!— Las demás hermanas se pusieron firmes. —¡Es hora de marchar!— —¡Si Alteza!— respondieron todas las cenobitas.

Mientras, en una habitación elegante.

—Bien señorita, ya esta bien alisado su cabello— dijo una mujer que vestía un larga toga color azabache a una joven de cabello negro, con un flequillo que no tapa ninguno de sus ojos, portando una armadura plateada con una cruz en su centro, una falda marrón y botas blancas metálicas. —No se olvide de su collar, ya que es muy importante para usted— Tras lo dicho por la dama, la joven agarró el collar y se lo puso en su cuello, saliendo de la habitación.

Rebecca se encontraba en la entrada de la arena cuando las tres contendientes a enfrentar llegaron, mostrándose en cada una de ellas, una mirada de determinación.

—La primera en hacer su ingreso es la guerrera proveniente de la nobleza del Condado de Grinda, Lumibelle Blenchard— Las puertas se abrieron y Lumibelle ingresó a la arena, con entusiasmo del público.

—La siguiente en ingresar es la recientemente apodada 'Hiena', Rebekah Riku— Rebecca simplemente ingresó a paso firme, ignorando las pifias de la muchedumbre.

—La penúltima en ingresar es la Madre Superiora de la Orden de los Alternos, Cersei Sabelina— La Madre portaba una armadura negra pesada, con botas y guantes también oscuros y una espada igual de pesada y grande, mientras el gentío, vitoreaba su nombre.

—La última en ingresar es la guerrera mágica, implacable como ninguna, 'La Caballera Mágica' Isana Hrintersdottir— La antes mencionada ingresó a la arena, en medio de una multitud clamando su nombre y exaltando su belleza.

Las cuatro tomarían sus respectivas posiciones, listas para atacar. —¿Preparadas?— Las cuatro respiraron hondo, mirándose las unas a las otras. —A pelear— exclamó la trencilla.

Ni bien dada la orden Rebecca, de forma sorpresiva, atacó a Lumibelle, quien logra defenderse usando su broquel. Rebecca continuaría su acometida contra su oponente, quien contraatacaba con algunos cortes al cuerpo de la gladiadora, que no se inmutaría, prosiguiendo con su ataque. Cersei, quien miraba indiferente el intercambio de las dos jóvenes, se apartó unos metros cerca de su entrada. —//¿Qué pretende hacer? Bah, como si me debiera importarme lo que pretendan hacer. Solo debo rematar, y eso es todo. Dejare que se destruyan entre ellas y, la primera que este magullada, la aniquilaré//— pensó Isana mientras se apoyaba con su espada.

El intercambio entre Rebecca y Lumibelle continuo, con varios choques de espadas de ambas. En uno de esos intercambios, Rebecca esquiva de forma precisa un golpe de Lumibelle, para luego asestar un corte profundo en el costado izquierdo de Blenchard, quien retrocedió con un gemido de dolor, pero Rebecca no perdió el tiempo y la embistió nuevamente, lanzándola al suelo.

—¡¡EXPLENDOR!!— Cersei levantaba su espada mientras el público observaba impresionado y al mismo tiempo, temeroso. Con un potente rugido, Cersei abalanzó su espada en dirección a donde se encontraban Rebecca y Lumibelle, dividiendo la arena a la mitad, para seguido de ello, como si de una vuelta de danza se tratase, lanzar una onda desde su espada que empujó a ambas guerreras a las paredes de la arena. —¡Impresionante, Cersei lleva la ventaja luego de tan espectacular ataque!— exclamó la narradora a la vez que el gentío se extasiaba por semejante demostración de poder.

Lumibelle, recuperándose del ataque inicial, aprovechó la distracción para atacar a Isana, propinándole un corte que sólo alcanzó su pómulo izquierdo. —//Desgraciada//— se dijo a sus adentros la Caballera Mágica. Lumibelle estaba jadeando, debido al esfuerzo que estaba aplicando debido a la herida abierta que tenía en su costado. —¿En serio crees poder derrotarme, mocosa?— preguntó burlonamente Isana, que sólo fue respondido por un gruñido de parte de la proveniente de Grinda. —Arandela célica— Isana convocó una armadura con un sostén hechos de láminas metálicas, mientras la falda, hombreras y botas son de un metal blanco, tan brillante que enceguece con un poco de luz reflejándose en algunas de sus partes. —Firmamento de espadas— Isana hizo aparecer una gigantesca cantidad de espadas y, bajando su mano, hizo caer las mismas sobre la humanidad de la joven, perforando su peto, atravesando brazos, piernas y estomago, provocando que cayese de rodillas mientras la sangre empapaba el suelo.

Cersei se encontraba chocando espadas con Rebecca. —Eres buena, gladiadora. Pero la misericordia de Dios es tan grande que nadie puede frenarla— dijo Cersei mientras empujaba en el forcejeo de espadas a Rebecca. —Desconozco quien sea ese tal 'Dios', pero sé que la voluntad de uno es más fuerte que cualquier cosa existente— Rebecca rompería el forcejeo, retomando el continuo ataque, donde la armadura de la Madre Superiora se iba destruyendo de a partes, debido al intercambio. Es en esos intercambios, cuando Rebecca ve una abertura en la defensa de Cersei, lanzando una violenta y potente estocada que atravesó su costado derecho, perforando hasta el costado izquierdo, para luego torcer la hoja, reventando los órganos internos de Cersei, matándola al instante, desplomándose su cuerpo una vez la gladiadora retiró su espada del cadáver.

Lumibelle estaba buscando separar las distintas espadas de su cuerpo cuando Isana la sorprendió atravesando su espada en la cabeza de la bella guerrera, muriendo esta última al instante, producto del ataque. Las dos muertes sorprendieron a la afición quienes estaban exaltados por tal carnicería desatada.

Isana observó a Rebecca con arrogancia. —Quedas tu, imberbe— De fondo, las novicias lloraban desconsoladamente, mientras Fambi, que estaba entre el público agachaba la cabeza en señal de resignación, levantándose y saliendo del palco. —No soy imberbe, soy una gladiadora— —Si si, como sea. Las purretes como tu, sólo sirven para lustrar mis botas, no para combatir— Ese comentario, enardeció a Rebecca, quien sin mediar palabra, se lanzó a atacar. —Élitro atezado— conjuró Isana, cambiando su armadura a una de color oscuro, con hombreras y faldas color lila y una coraza negra que deja al descubierto su vientre, cubriendo con un cuello alto que hace recordar a un vestido por su forma, el mismo muestra el collar puesto antes de entrar a la arena, resaltando unas alas de murciélago en su espalda. Isana también se lanzó contra la gladiadora, empezando a intercambiar ataques feroces. La ofensiva dejaría a ambas guerreras con heridas y cortes abiertos en sus cuerpos, especialmente en Rebecca. Isana se preparaba para asestar un nuevo ataque cuando Rebecca, en un solo movimiento, arrancaría el collar que portaba la maga, provocando que su armadura desapareciese. —¡¿Qué…que me has hecho, insolente?!— exclamó Isana mientras Rebecca sostenía el collar. El público en su mayoría no lo sabia, pero una parte de ellos empezó a pifiar a Isana al grito de 'tramposa'. —¡Malnacida! ¡Devuélveme mi collar!— exclamó con furia Isana mientras las mofas iban en aumento. Pero la palabra 'malnacida' resonó en la mente de la gladiadora, quien sin pensarlo mucho, arrojó con violencia el collar al suelo, rompiéndose este en mil pedazos. El público estalló en vítores por el acto e Isana, fuera de sí, se lanzó con rabia hacia Rebecca; quien, en un solo movimiento, le propinó un corte profundo en su hombro derecho, haciendo que Isana gritara del dolor. —Podrás llamarme bastarda, vil, infame, sinvergüenza y todo lo que quieras, pero jamás insultes a aquellos que me dieron un techo donde dormir y un poco de comida, por que nadie quien lo haya dicho frente a mis ojos vive para contarlo— susurró Rebecca. Seguido del corte, la gladiadora enterró aun más la espada hasta que, de un tajo, cortó hasta la parte izquierda de la cadera, separándose muy grotescamente parte del torso y piernas. Isana buscaría salir a rastras de su inevitable fin, cuando Rebecca saltó y estrelló su espada a la espalda de Isana. La colisión fue tan violenta que hizo explotar el torso de Isana, muriendo al instante y, por consiguiente, manchando a Rebecca de una gran cantidad de sangre.

—Tenemos una ganadora, Rebekah Riku— tras lo dicho, el público se quedó en silencio. Rebecca, secando la sangre de sus ojos con su brazo, procedió a marcharse hacia su entrada. Entre el gentío, empezaron a escucharse algunos aplausos, que comenzaron a ser más y más, hasta que todo el auditorio aplaudió ya no solo el combate, sino a la vencedora del mismo, retirándose con la misma mirada inapetente con la que ingresó.

—¡Gran Maestra!— una de las cardenalicias que vestía con la misma ropa de la que atendió a Isana, vio como desde una poltrona, una fuerte pero contenida rabia mezclada con impotencia, arrojaba un vaso de vidrio, rompiéndolo en el acto. —Quiero que a esa gladiadora…la pulvericen— —Gran…— —¡¿NO HAN OIDO? QUIERO QUE LA MATEN Y ME TRAIGAN SU CABEZA. PAGARA POR LO QUE LE HIZO A MI HIJA ISANA! ¡¡¡LO PAGARÁ!!!— gritó la mujer desde su sillón.

Mientras, en los pasillos del coliseo.

Fambi, quien cargaba el cuerpo tapado de Lumibelle, encuentra a Rebecca cerca de su celda. —Oye…— La gladiadora volteó y, al observar el dichoso llamado, solo desenvainó su espada. —Quiero agradecerte por haber hecho justicia sobre Isana— —¿Jus…ticia?— preguntó Rebecca. —Ella…Es la hija de la superintendente. Durante mucho tiempo, nos perturbó a mi y mi amada y a muchas más solo por mera diversión. Más allá de que tu has sido quien comenzó atacando a mi querida, Isana siempre mataba inmisericordemente cuando tuviese la oportunidad, importándole nada el honor de una batalla— dichas palabras de Fambi dejaron pensativa a la propia Rebecca. —Entiendo. Solo…he hecho lo que un gladiador haría— respondió Rebecca con la misma neutralidad de sus ojos. —Puedes contar conmigo para lo que necesites— dijo Fambi al tiempo que se retiraba, con Rebecca haciendo un gesto con su mano en señal de despedida. —//¿Una…aliada? Eso no lo esperaba. Bien, tal vez me ayude con el plan para vencer a esa tal superintendente//— dijo para sus adentros Rebecca mientras ingresaba a su celda.

Jazé vería a Rebecca llegar. —Felicidades— dijo Jazé, notando como Rebecca estaba cubierta de sangre. —¿Cómo te sientes?— preguntó la danzante. —Extraña. Por un lado, me siento bien y he disfrutado cada cosa que he hecho en la batalla, pero por otro lado, me apena saber que hay quienes no volverán a ver a sus seres queridos una vez más…— —//Por lo visto, es consciente de su cambio, pero sus principios son fuertes. Vaya, el maestro Atus si que hizo un buen trabajo, es a imagen de su alumna…//— —Jazé…— —¡Hah! Disculpa. He estado pensativa en si llevarte o no…— —¿Hacia…donde?— —Existe un lugar donde no sólo puedes bañarte, sino que tratan tus heridas y limpian cualquier rastro de impurezas del cuerpo— Dicha información proporcionada por Jazé le permitió a Rebecca tomar una decisión rápida. —Esta bien, quiero ir a ese lugar— dijo Rebecca con seguridad. —Bien, iremos hasta la Calle de los Lirios— —¿Calle de los…Lirios?— —Ya lo verás— respondió Jazé con confianza.

Mientras tanto, en la arena.

Kaia se encontraba observando a su oponente. Era su primer enfrentamiento oficial luego de batallar en los ludus, puliendo sus habilidades. Ante ella, se encontraba Kaina, una hábil asesina con la capacidad de alterar su apariencia con solo tocar la cabeza del afectado. —Puff, otra novata. Espero que me entretengas— dijo Kaina burlonamente. Kaia no dijo nada, solo desenvainó su espada, esperando la orden del réferi. El arbitro preparó a las contendientes y, una vez listas, bajó su brazo en señal de inicio. Tras esto, Kaia se lanzó contra su rival con espada en mano.

De vuelta, en una calle luminosa.

Jazé y Rebecca llegaron hasta una avenida, donde las personas iban y venían, mujeres entraban y salían de locales, hombres acompañaban o pasaban el tiempo en algún bar de por ahí y niños jugaban entre sí por las vías de piedra. —Hemos llegado. La Calle de los Lirios, un sitio único del Parque— dijo Jazé mientras Rebecca miraba boquiabierta todo el lugar. Jazé llevaría a la gladiadora hasta un lugar con la leyenda 'Termas y Spa: Miño'. —Toma dos peñas, una úsala para las termas y la otra para el spa. Te condicionaran la piel para que no tengas tantas heridas— —Entiendo— respondió Rebecca. —Ah, hay una cosa más que tengo que decirte…— Rebecca se giró para observar a Jazé. —No te quedes fisgando pasadas las nueve de la noche— —¿Por…que?— —Hazme caso, no quieres saberlo, sólo haz eso y regresas, ¿esta bien?— Rebecca respondió afirmativamente.

Rebecca entró al lugar, siendo recibida por una recepcionista. —Buenas…tardes— dijo Rebecca llamando la atención de la misma. —B-buenas— dijo la anfitriona con algo de nervios. —Quiero usar las termas y el spa— dijo Rebecca con optimismo. —S-si. Son dos peñas— dijo la receptora un tanto sonrojada. Rebecca le daría las dos peñas y la antes mencionada la invita a pasar a las termas. —L-le recomiendo que este un aproximado de 30 minutos para una mejor experiencia— dijo la convite, mientras Rebecca procedía a ingresar a las termas, con ella misma mordiéndose el labio inferior al ver a la gladiadora.

Rebecca paso a ver dichas termas, sintiendo el aire de tranquilidad. —Bien. Estaré los 30 minutos aquí y luego me iré a tratar las heridas en el spa— dijo en voz baja. Después de desvestirse, dejando su equipo bien ordenado, entró al agua, relajándose hasta cumplido el tiempo.

De vuelta en la arena.

—Sin dudas, este es el combate más frenético visto hasta ahora— dijo la narradora con la muchedumbre encendida. Kaia y Kaina atacaban en todo momento, buscando terminar lo más pronto posible. Kaina evitaba el frenetismo de los ataques de Kaia con su espada, transformándose en un pájaro y elevándose por los aires. —¡Oye, vuelve aquí y pelea!— exclamó Kaia. —No. Con solo evitarte me es suficiente, ya que…— —Sisisi, dirás que hasta que yo me agote, atacaras. Pues déjame decirte que no…¡soy ese tipo de oponente!— imprecó Kaia mientras agarraba una piedra y la arrojaba en dirección a Kaina, esquivándola por muy poco. Kaia empezaría a lanzar las piedras que encontraba, con el objetivo de derribar a su oponente, arrojando las mismas con tal fuerza, que empezaría a zumbarle los oídos a Kaina. —Vaya. Piedras como armas. Esto es nuevo para mí y seguramente para todos ustedes, espectadores— dijo la relatora con un tono de sorpresa.

De vuelta en Miño.

Ya habían pasado 30 minutos, por lo que Rebecca, colocándose una toalla que tapara su torso, saldría de las termas con su equipo y espada en mano. Ingresaría al spa, donde sería recibida por una chica muy joven. —Buenas tardes, ¿en que puedo ayudarte?— respondió la jovencita. Rebecca se sorprendería de ver a una muchacha en el lugar. —Quisiera…que me trataras unas heridas— La pequeña estaba confundida, pero Rebecca, pensando para si misma que debía especificar cuales heridas, se desprendió de la toalla, señalando sus cortes. La chica tapó sus ojos por la vergüenza y señaló una cama mientras salía por una puerta. Rebecca se recostaría en la señalada cama. Al cabo de unos momentos, una mujer de cabello castaño llegó hasta la sala de spa. —Bienvenida. Disculpe a mi pupila, esta aprendiendo como tratar con los demás— dicho eso, la niña agachó su cabeza en señal de perdón. —Bien, primero que todo, te pondré esto en tus ojos— la masajista colocó dos rodajas de pepinillos en las lumbreras de la gladiadora, mientras la pupila le colocaba una toalla en su cabeza. —Piensa que te encuentras en un lugar armonioso, lleno de paz, donde el cantar de los pájaros y la brisa del viento es lo único de escuchas…— Rebecca empezó a imaginar dicho lugar, buscando despejar su mente por unos instantes. Tal fue su relajación, que se quedaría dormida paulatinamente.

Al mismo tiempo, en la arena.

Kaina se encontraba llena de moretones en todo el cuerpo, sus parpados y cara estaban hinchados, y apenas podía mantenerse en pie. Por otro lado, Kaia tenía una laceración en todo su costado izquierdo y unas marcas de picotazos en abdomen y piernas. —Ambas oponentes estan muy magulladas. ¿Quién sera la ganadora de esta disputa?— dijo la narradora mientras la tensión en el aire empezaba a sentirse. Kaia volvió a lanzarse una vez más, pero Kaina se transformó en otra cosa, esta vez se transformó en un guepardo, lanzándose a toda velocidad, sólo para ser recibida por una Kaia que se había detenido en seco y, de un movimiento de brazo, decapitaría a Kaina, quien perdería su transformación, muriendo al instante. —Y…la ganadora es, Kaia— el público aplaudió el combate, mientras Kaia se retiraba del lugar. —//Hermana, esta victoria es para ti. Aguanta un poco más, ya vuelvo//— dijo a sus adentros Kaia retirándose de la arena, cuando el reloj marca las siete de la tarde.

Dos horas y diez minutos más tarde.

Rebecca abriría los ojos y se retiraría las rodajas de pepinillos, viendo a la misma masajista recostada sobre su mesa de trabajo. —¿Qué…me pasó?— la pregunta despertó a la fisioterapeuta. —Te has quedado dormida. Parece que tu mente y cuerpo necesitaban descansar, por eso me quede aquí— —Entonces, si me quede dormida…— —No quisiera alarmarte tanto muchacha, pero mira el reloj— Rebecca miró el reloj, marcando este las nueve de la noche y doce minutos. —Nono nono…— —¿Qué ocurre?— preguntó la masajista. —Me habían dicho que no debía estar por estas horas dando vueltas por aquí, porque…— En ese momento, la fisioterapeuta se rió. —Lalajajajaja. Ya se que quieres decir, mozuela— Rebecca la miró con intriga. —Podría decírtelo, pero es mejor que lo veas con tus propios ojos. Y en cuanto a tu tratamiento, no te preocupes, ya te he restaurado la piel. Ahora, ponte tu ropa y ve lo que tengas que ver. Hasta luego— dijo la masajista retirándose por una puerta de servicio trasera. Rebecca se pondría su equipo completo y, con espada en mano, salió de la sala de spa, dispuesta a salir del lugar y regresar a su celda. Al llegar a recepción no se encontraba nadie por lo que se dispuso a salir.

Una vez fuera, notaría algo diferente. Toda la calle, alguna vez llena de personas de todas las edades, se había transformado en un pasaje donde hombres desalineados, rudos y mal hablados deambulaban, entrando a los bares que su mente apenas recordaba; pero lo que llamó la atención de la gladiadora fueron las mujeres, quienes estaban vestidas con ropas muy reveladoras y muy provocativas, algunas caminaban de un lado a otro, otras acariciaban muy sensualmente a jóvenes masculinos o a otras chicas, pero también algunos gemidos de placer empezaron a hacerse eco, resonando en la mente de Rebecca.

De pronto, alguien toca el hombro de la gladiadora. —Hola guapa, ¿quieres divertirte?— dijo una voz femenina tapada, que estaba acompañada de dos encapuchadas, mientras observaban a Rebecca.

Fuera de tiempo.

CONTINUARÁ…