—Los tiempos cambian, las personas cambian, y es normal que los gustos cambien. Presidente Jones, usted es un hombre ocupado; ¿por qué preocuparse por lo que yo como? —Elly Campbell frunció las cejas con impaciencia y luego soltó una risita con indiferencia. Aunque la pregunta era realmente trivial, su tono despreocupado de alguna manera hacía sentir incómodo a Adam Jones.
Si no hubiera alguna razón especial, ¿por qué cambiaría sus gustos sin motivo alguno?
Como si estuviera poseído, insistió en reflexionar sobre el asunto —¿Por qué cambiaron de repente tus gustos? —Su voz, ya profunda, ahora tenía un tono aun más imperativo, como si no descansara hasta que Elly le respondiera.
Ella no podía entender por qué Adam Jones, que normalmente ni siquiera le dedicaba una mirada, insistía en indagar sobre el asunto de sus gustos cambiantes.
Sus párpados caídos se levantaron ligeramente, y miró hacia Adam Jones, viéndolo fijamente, esos ojos fríos y delgados mostraban un filo agresivo.