Ahora en Boston, su abuelo era su única preocupación. No podía simplemente dejarlo solo en el hospital e irse.
James Campbell, ese hombre sin vergüenza, podría hacer algo que enfermara de ira a su abuelo.
—Oh, como eso...
La voz de Adam Jones llevaba una ligera decepción, y por un momento no supo qué decir.
Los dos simplemente se quedaron allí parados en silencio, sin hablar, y el ambiente se volvió tan tranquilo que se tornó algo incómodo.
Un momento después, Elly Campbell fue la primera en romper el silencio:
—Deberías entrar y descansar.
—¿A dónde vas?
Al ver que Elly Campbell se disponía a irse, instintivamente extendió la mano y la agarró. Sabía que no debería estar siempre aferrándose a ella de esta manera, pero no podía controlarse.