—No podrías alcanzar la velocidad del carruaje, hermano. Y mi hermana no estaría cómoda entre nosotros los hombres. ¿Verdad? —preguntó el más joven. Todos nos estaban tomando el pelo como si nos conocieran desde hace siglos.
Luego vi a Caleb moverse y darle la mano a Shui y ella se acomodó en su regazo. Pasó sus brazos por sus hombros para sostenerla fuertemente y puso su barbilla en el hueco de su cuello y ella se inclinó más sobre él.
—Así es como se hace, hermano —dijo mirando a Casio con un guiño, quien me devolvió la mirada.
Él entró en el carruaje y luego extendió sus manos para que yo las tomara. Quería negarme, ¿qué clase de manera de viajar era esa?
Pero luego supe que no tenía elección. Incluso sentarme en el asiento con tantos hombres congestionados no sería algo que preferiría hacer.
