Miré por la ventana la lluvia que había comenzado a caer de repente, llenando la habitación con su golpeteo. De pronto me sentí melancólica mirando el cielo oscurecido, como si su oscuro abismo también fuera a llenar mi vida de oscuridad.
—Marianne, Marianne.
—Mm, ¿qué pasa esta vez? ¿Qué hizo madre? —pregunté sin girarme y él suspiró y se sentó conmigo.
—Dime si se está pasando de entusiasmo, hablaré con ella. —consoló Jamie y yo rodé los ojos.
—¿Harías eso, verdad? —pregunté y él se quedó en silencio.
—¿Por qué estás sentada aquí sola? Todos te están esperando para cenar. —dijo Jamie de nuevo y yo negué con la cabeza.
—No tengo hambre, hermano. Es solo que... no sé, ¡siento que algo malo está a punto de ocurrir! —respondí mientras el relámpago volvía a caer.
—Es solo lluvia... Nada más. ¿Desde cuándo te has vuelto tan cobarde? —preguntó y negué con la cabeza, ¡yo no lo era!
—Ven, vamos antes de que tu arrogante esposo venga a llamarte. —bufó y yo me reí.