Punto de vista de Marianne
—Madre, ¿cómo está tu salud ahora?
—Soy un buen hijo, gracias a la medicina que me obligaste a tomar —respondí con voz acusadora.
—Vamos, no pongas esa cara, es bueno para tu salud, aquí tienes esta tarta, es dulce, te lo prometo —añadió y me quedé atónita, Casio se rió entre dientes y yo lo miré con el ceño fruncido.
—¿Por qué? Tiene razón, la tarta es dulce —añadió mientras la criada tomaba un gran pedazo y lo añadía a mi plato. Simplemente lo corté con fuerza como si estuviera pinchando a este hombre que se reía de mí.
—Madre, ¿escuché que bailaste con padre ayer? —preguntó Killian y asentí mientras la noche pasada cruzaba por mis ojos, así como la promesa de dejarlos a ambos en unos meses.
—¿Te gustaría bailar conmigo hoy? —preguntó con las orejas rojas y yo sonreí.
—No —vino la voz tajante antes de que pudiera siquiera aceptar su invitación.
—¿Por qué? —preguntamos ambos al unísono mientras nos volvíamos hacia él.