La Anciana Bai no parecía preocuparse en absoluto. Señaló hacia la puerta y dijo:
—¿Quién lo vio suceder? ¿Qué presenciaron? ¿Importa siquiera verlo? ¿Pueden proporcionar alguna prueba? ¿Leyeron lo que el Viejo Lu escribió en esa carta? ¿Cómo pueden testificar si no vieron su contenido?
Había pruebas en un momento, pero lamentablemente, ya no están disponibles. ¡Solo demostraban su astucia y buena suerte!
La Anciana Bai se volvió aún más orgullosa. Su rostro se iluminó y esas arrugas desagradables parecían desvanecerse.
Los labios de la Sra. Zhang temblaban; su desdén era difícil de ocultar. Últimamente, esta anciana parecía estar perdiendo el contacto con la realidad. Creía que todos los demás eran tontos, y que solo ella tenía sentido común.