La dominación humana sobre este mundo no se debía solo a que fueran de mente abierta. También se debía a que poseían valentía e intrepidez. Evolucionaron con el tiempo, triunfando sobre todas las bestias y convirtiéndose en los más fuertes del mundo.
Ella era humana, sin miedo a estas bestias incivilizadas. Era ella quien debía ser temida. Bai Zhi apretó firmemente un bisturí, observando al feroz tigre frente a ella. Su mirada era inquebrantable, escudriñando cada movimiento, buscando debilidades para explotar.
Tal vez su intensa concentración le hizo olvidar tener miedo. O tal vez, habiendo conquistado el miedo dentro de ella, encontró el coraje para enfrentarlo. Independientemente del resultado, se negó a perder su dignidad humana.