Bai Zhi llevaba una cálida sonrisa mientras hablaba:
— No necesitan preocuparse por devolvernos el favor. Solo cuiden bien de su esposa e hija. Si llevan una buena vida, eso es todo el agradecimiento que necesitamos por ayudarles esta vez.
Awu asintió con vigor. Sus emociones lo abrumaban, dejándolo sin palabras. No se atrevía a abrir la boca por miedo a que las lágrimas traicionaran su compostura. Después de todo, era un hombre adulto. ¿Cómo podría derramar lágrimas frente a una joven?
La esposa de Awu salió del carruaje con una expresión ansiosa:
— La condición de Ru'er está empeorando. Ha estado hablando sin coherencia. ¿Qué debemos hacer? ¿Qué le va a pasar?
Bai Zhi no perdió tiempo. Se apresuró a subir al carruaje y comprobó la temperatura de la niña. Según su experiencia, la temperatura de la niña había aumentado a al menos 40 grados Celsius. A menudo seguían convulsiones cuando la fiebre alcanzaba tales alturas.
En un tono suave, Bai Zhi preguntó: