—¿Cómo logró una niña, que apenas era más alta que la estufa, ganarse un lugar en la sagrada cocina del restaurante del Jefe Chen? Incluso los chefs no podían resistirse a chismorrear.
—¿Qué estará pensando esta niña al venir a cocinar? ¿Acaso quiere arruinar nuestra reputación? —comentaron los chefs.
—La vi con melones, cortándolos en todo tipo de formas. ¿Está planeando una fiesta de melones? —se preguntaban.
—Normalmente solo freímos o cocemos los melones al vapor. ¿Tiene algún truco secreto bajo la manga? —se cuestionaban.
Sus especulaciones se desvanecieron cuando un aroma irresistible emanó de la cocina.
—¿Qué es ese olor? —preguntó el chef rechoncho.
—No sé, pero es increíble. ¿Vino de esos melones? Nunca obtuvimos este aroma cuando los cocinamos. —respondió otro chef.
Bai Zhi era una trabajadora diligente con movimientos precisos y excelente manejo del tiempo. Manejaba hábilmente tres estufas y gestionaba varias ollas simultáneamente sin cometer un solo error.