—¿Cómo has estado? —dijo.
—Bien. —respondí— Espero que tú también te sientas bien. Tu condición estaba muy mal hace unos días.
—Estoy bien. Me he recuperado completamente. —afirmó.
—Dijiste que querías hablar sobre algo? —indagué.
—Sí... —miró hacia las flores— ¿Qué tal si me cuentas sobre tu religión? —volvió a mirarme— Las costumbres y esas cosas.
Me rascé la nuca, —Honestamente no sé mucho yo mismo. —suspiré— Solo cosas que aprendí de María.
—¿Te gustaría saber más? —preguntó.
—Sí. Me encantaría. Ni siquiera sé cómo rezar.
—Rezar, huh... —parecía un poco distante— Debe ser lindo todavía poder creer en Dios después de toda la mierda.
Lo pensé. Sé que aquí apenas hay alguien que sea religioso o crea en Dios, —Es todo lo que Mamá Mari me enseñó. —todavía me confundo sobre cómo dirigirme a ella.
—Bueno, ella me enseñó cómo toda esta vida es una prueba y haces lo mejor que puedes para pasarla.