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Me encontraba en el salón del segundo piso, confundido de cojones, sin entender por qué esos dos me ignoraban.
—¿Creo que no he hecho nada malo?
—¿Están enfadados porque les drogué a todos para dormir y me fui solo?
Fruncí el ceño mientras me masajeaba las sienes.
—Acabo de volver de las puertas de la muerte y ahora tengo que lidiar con esto...
Suspiré y miré hacia el corredor izquierdo y vi a Nora caminando hacia mí. No estaba prestando mucha atención a su alrededor, estaba más ocupada devorando el helado en su mano.
—¿Nora? —Se sobresaltó un poco cuando la llamé, pero se detuvo para mirarme. No me dijo nada y empezó a pensar en algo.
Luego apareció una sonrisa burlona en su rostro y me sonrió.
—¿Sí? —Caminó hacia mí.
—Se veía sospechosa, pero ignoré eso—. ¿Por qué Azalea y César se comportan así? Yo fui quien casi muere.
—Ella se encogió de hombros mientras empezaba a comerse el cono de galleta—. Quizás porque eres insensible.
—No soy insensible.