Mi pensamiento se volvió borroso. Era como si se enredara en un patrón nebuloso.
Mi cerebro fallaba al procesar todo, nada tenía sentido, absolutamente nada.
Los hombres que asaltaban a mi madre le habían tapado la boca. Ella ni siquiera podía respirar, ni siquiera por la nariz, también la estaban tapando.
Frente a mis ojos vi cómo el movimiento de su cuerpo se ralentizaba.
Miré hacia el suelo en miseria y desesperación total.
La pistola estaba allí.
La misma pistola que le habían arrebatado a mamá de las manos.
Volvió a mirarlos. Parecían muy inmersos en su acto.
En ese mismo instante sentí como todas mis emociones se desvanecían en algún rincón oscuro y profundo de mi ser mientras tomaba una decisión.
Luego abrí silenciosamente la puerta. No hizo ningún ruido en absoluto.
Recogí la pistola y la levanté, pero antes de apretar el gatillo me detuve un momento. No tenía idea de cómo disparar, especialmente a distancia, así que avancé unos pasos.