Desperté en algo mucho más suave que el suelo de tierra del parque infantil.
Con la cabeza adormilada miré alrededor y vi las paredes azules y lisas del dormitorio. Miré hacia abajo y me encontré en una cama doble.
El ambiente se sentía más seguro pero completamente extraño al mismo tiempo. Era agradable estar en un colchón cómodo, pero daba miedo no saber de quién era.
Definitivamente no era mi casa.
Volví a mirar alrededor. Estaba sola en la habitación, así que decidí bajarme de la cama e ir hacia la puerta que estaba en la esquina.
Bajarse de la cama fue un poco difícil pero lo logré. Sí caí de plano en mi trasero pero no dolió.
Me levanté y salí de la habitación por la puerta que estaba ligeramente abierta y no tuve ningún problema en abrirla más para pasar por ella.
Fuera de la habitación había una sala. Entré con la esperanza de ver a Dahlia o a alguien que conociera, pero estaba vacía.
—¿Lia? —miré alrededor cuando la llamé.