—¿Baile erótico? ¡¿Pero qué demonios!?
—No —lo rechacé mientras me paraba frente a él con los brazos en la cintura—. Definitivamente no.
—No deberías rechazarme, cariño. Las consecuencias serán malas.
—¿Qué te hace pensar que puedo dar un baile erótico? —todavía tenía los brazos cruzados frente a mi cintura.
—Acércate —me hizo señas para que me acercara. Estaba un poco indecisa, pero aún así me acerqué a él porque aunque aquí esté rebelándome, al mismo tiempo tenía un poco de miedo de su advertencia.
Él me atrajo para que me parara sobre él. Sus piernas entre las mías. —Yo te enseñaré.
—¿Qué?! —su respuesta a mi pregunta me dejó perpleja—. ¿Él me enseñará? ¡¿Pero qué demonios?! —¿Por qué necesito aprender esto? No soy una stripper, por Dios.
—Porque ahora eres mi guardaespaldas personal —sonrió con suficiencia—. Y harás muchas cosas como esta.