Arius
Azalea y yo volvimos a entrar en la mansión.
—¿De verdad no te vas, verdad? —le pregunté y ella se rió.
—¡No! Volví porque no quiero irme —ella tomó mi mano—. Además… —vi un ligero rubor en su rostro— Se siente un poco solitario…
Yo sonreí y le besé la mejilla antes de que pudiera reaccionar. —Bueno, eso es un alivio —al entrar en la mansión respiré profundo y me detuve justo antes de las escaleras.
—¿Hay algo mal? —ella se dio cuenta enseguida.
—Sí. ¡No! ¡Nada malo! Inesperado… —me miró extrañada y arqueó las cejas hacia mí— Contraté una niñera para Atenea y bueno, me gusta la niñera
—¡Perdón!??
… —la miré confundido cuando de repente gritó, luego lo entendí— ¡No! ¡Demonios! Quiero decir que me gusta como niñera. ¡Es una buena cuidadora!
—Ah, está bien.
… —suspiré— Bueno, ella no se sentía bien, así que en su lugar envió a su hija y su hija fue la persona más inesperada de todas —empecé a subir las escaleras y Azalea me siguió.