Me encontraba en mi habitación, frente a la espada rota que nunca reparé. Ya había realizado su mantenimiento muchas veces antes, pero no esta vez. Esta vez sentí ganas de dejarla así.
Originalmente era así. Es algo sorprendente cómo se rompió exactamente en el mismo lugar donde se había roto originalmente, parte de la razón por la que pensé tanto en mi tribu nuevamente.
Lentamente deslicé mi mano sobre la parte superior de la caja transparente en la que se guardaba la espada.
En el fondo de mi mente. En lo más profundo de mi conciencia había algo que quería que fuera verdad. Un pensamiento ilusorio que siempre deseé.
Que las tribus cambiaran y sus leyes fueran modificadas para mejorar. El mundo había cambiado tanto y en los últimos treinta años el mundo dio un giro drástico, sin embargo, las tribus actúan tan tercamente. Quieren continuar con sus viejas tradiciones, pero realmente, es hora de cambiar y deberían darse cuenta de ello.
