Leland apareció de repente detrás del oso y lo golpeó en la espalda para luego clavar su puño en su pecho.
Su brazo y su mano se transformaron parcialmente en la zarpa de un hombre lobo con sus largas y mortales garras. Le arrancó el corazón del pecho al oso y lo mató al instante.
Estaba furioso de que una criatura se atreviera a poner una mano sobre Sophie.
Su Sophie.
Lamentablemente, la vista de la sangre y del corazón del oso tendido al descubierto y frente a Sophie hizo que la mujer se desmayara. No ayudaba que el imponente aura de Leland hiciera casi imposible mantenerse en pie, cualquier otro ya se habría inclinado de inmediato debido a la presión.
—¡Sophie! —Leland rápidamente la atrapó con su brazo limpio y observó a la mujer desmayada con un pequeño ceño fruncido en su rostro. Había lágrimas en su rostro que se congelaron con los vientos del invierno.
Verla tan desdichada le provocaba dolor en el corazón.