—¡Ay! —Everly inmediatamente agarró su brazo, que estaba herido, y sopló sobre él para aliviar el dolor punzante que sentía.
Layana se pellizcó el entrecejo mientras pensaba y miraba su vestido manchado.
—Ten cuidado por dónde vas la próxima vez —miró con enojo a Everly y procedió a marcharse, pero Everly, sin embargo, se levantó del suelo y cerró sus manos en puños apretados.
—¡Oye! ¿Escuchaste cuando dije que lo sentía, verdad? —preguntó, y Layana se detuvo de inmediato.
Ella se giró y elevó una ceja hacia Everly.
—¿Y eso qué? —preguntó con un tono frío.
—Sabes, gente como tú realmente me exaspera. Ni siquiera fue mi culpa. Tú te chocaste conmigo; yo no lo hice, y aun así te pedí disculpas.
—Incluso intenté ayudar, pero tu guardaespaldas me empujó. Estoy lastimada, y todo lo que tienes que decir es que me fije por dónde voy la próxima vez —Everly frunció el ceño hacia ella, la pura irritación visible en su voz.