Sentado con aspecto aburrido, Levian miraba por la ventana de su habitación.
Un suspiro profundo escapó de su nariz, y se levantó abruptamente de la silla. Caminó hacia su armario, tomó la bufanda que Leia le había regalado y se la enrolló alrededor del cuello.
Desató su cabello, dejándolo caer en ondas suaves y cubrir su rostro. Salió de su habitación y se desvió hacia la puerta de la habitación de Leia.
Sus ojos parpadearon, y su mano se movió con renuencia, sin estar seguro de si debía tocar o no.
Leia no le ha hablado en un rato, y estaría mintiendo si dijera que eso no le está afectando mucho. Incluso si solo fuera un hola, eso sería suficiente.
Un suspiro profundo escapó de su nariz y lentamente tocó la puerta con una mano temblorosa. Pasaron unos segundos y Leia abrió la puerta.
Al verlo, ella parpadeó, no lo esperaba.
Levian respiraba con dificultad y trataba de mantener la calma. Su cuerpo temblaba y el impulso de desaparecer lo abrumaba.
—¿Qué... es? —preguntó Leia.