Finalmente calmado y asentado, Adrik se sentó en la biblioteca con Ileus y Layana.
—¿Y qué hay de... Sheitan? No lo he visto —preguntó Adrik.
Una suave sonrisa apareció en el rostro de Layana. —Está bien. Solo tenía algo que resolver, así que todavía no ha vuelto —respondió ella.
—Ya veo... —Adrik asintió levemente con la cabeza.
—Padre, hay algo de lo que quiero hablarte —Layana ajustó su asiento para centrar completamente su atención en él.
—¿Qué es? —preguntó Adrik.
—Recuerdas a la familia del Rey Lucius, ¿verdad? —preguntó ella.
—Sí —asintió Adrik.
—Hay algo extraño que necesitas saber —Ella continuó y se acercó más a él—. Su hija parece exactamente a mamá. No hay diferencia entre ellas. El tío Ileus la ha conocido, y... no puedes diferenciarlas —explicó, con su expresión llena de confusión, preguntándose cómo era posible.
Incluso si se parecieran, debería haber una ligera diferencia, ¿verdad?
Adrik la miró y sonrió a medias. —Yo la he conocido —respondió.