Frente a la señora Yeager y Víctor, Everly entrelazó sus manos.
—Señora, quiero renunciar —anunció, y una mueca apareció al instante en la cara de la señora Yeager.
—¿Qué?! ¿Qué quieres decir con eso? —preguntó ella.
—Es tal como parece. Quiero renunciar. No me siento cómoda haciendo este trabajo. Así que por favor perdóneme por eso. No tendrá que preocuparse porque la agencia le enviará un nuevo cuidador —habló Everly lo más educadamente que pudo.
—Pero no queremos un nuevo cuidador. Haces bien tu trabajo, entonces, ¿cuál es el problema? ¿Es el sueldo? Puedo aumentarlo si quieres —dijo la señora Yeager con una expresión confusa en su cara, pero Everly simplemente le sonrió.
—No, señora, está entendiendo todo mal. Como ya dije, no me siento cómoda en absoluto haciendo este trabajo, así que estoy renunciando. Su paga ha sido muy generosa, pero me temo que no puedo trabajar para su hijo más —habló educadamente y se inclinó ligeramente en señal de respeto.