—Él gritó, aterrado y sorprendido al mismo tiempo—. Valerio... —la voz calmante de la hermosa mujer, de quien Valerio había heredado su belleza, resonó, y Valerio se quedó quieto, mirándola fijamente.
—¿Madre, eres realmente tú? —preguntó él, y ella le sonrió.
—Claro —se acercó a él y lo atrajo hacia un abrazo tierno—. Te extrañé tanto, hijo —habló con un tono cínico y Valerio, que se encontraba en su abrazo, parpadeó.
—¿C-cómo? Estás muerta. ¿Cómo es que te estoy viendo? ¿C-cómo es que me estás abrazando? —preguntó aturdido, y Hazel se apartó del abrazo.
—Te ves tan guapo —ella le sostuvo la mejilla con la palma de su mano y miró su rostro—. Le sonrió, pero Valerio, confundido, frunció el ceño.
—Madre, ¿qué es este lugar? ¿Cómo puedo verte? Por favor respóndeme —le rogó a ella, desconcertado y temeroso de lo que estaba experimentando en ese momento.
—Esto... —Hazel lo miró fijamente y tomó una respiración profunda—. ...es el cielo —finalmente le respondió.