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—¿Por qué no? Valerio es su hijo, ¿no es así? —cuestionó Vicente, y Nix se giró para enfrentarlo.
—Sí, lo es. Pero deberías saber que nunca le ha gustado realmente Valerio. Honradamente dudo que esté dispuesto a darle su sangre a Valerio. Después de todo, quiere su caída —Nix contraatacó, y Vicente, que ya no sabía qué decir, se frotó la cara profundamente estresado.
Miró a Valerio y caminó para sentarse en la cama junto a él. —¿Qué pasa si no consigue un donante de sangre? —preguntó.
Nix lo miró y suspiró profundamente. —Podría… morir —respondió.
—Ya veo… —Vicente asintió y bajó la cabeza.
Nix lo observó, y sus ojos parpadearon en el siguiente momento cuando lo escuchó comenzar a sollozar.
—¡Oye! ¿Estás llorando? —preguntó y rápidamente se acercó a él.
Agarró su cabeza y la levantó para ver sus ojos llenos de lágrimas. —¿Por qué demonios estás llorando? —preguntó con un profundo ceño en su rostro.