Valerio se ajustó su traje y agarró su maleta.
Caminó hacia la puerta y la abrió. —Ya me voy. Adiós —dijo a Everly, y ella levantó ligeramente la cabeza para mirarlo.
—Adiós —ella le saludó con su mano cansada y se dejó caer en la cama.
Cerró los ojos y se volteó de lado para dormir un poco.
Valerio tomó el ascensor y salió en el momento en que se abrieron las puertas.
Se dirigía a la sala de estar y se detuvo en seco al escuchar pasos que se aproximaban, aunque aún sonaban algo lejanos.
—Espera... —murmuró, sintiendo que podía reconocer esos pasos.
Inmediatamente levantó la cabeza cuando la imagen de alguien cruzó por su mente.
¡Su aroma! ¡Podía olerlo!
Su nariz se movió, y su corazón dio un vuelco.
—¿Qué hace ella aquí? —se preguntó a sí mismo con una expresión severa en su rostro.
Miró hacia la puerta de salida y observó cómo se abría.
Nada menos que la mujer en la imagen que había pasado por su mente entró, haciendo que su corazón cayera a su estómago al instante.