En su viaje para encontrar la fortaleza de batalla de su hermana mayor, Lina había llegado al borde de las fronteras de Teran. Lina se sorprendió al ver el pueblo aparentemente saqueado. La entrada de madera chirriaba y tenía piezas cayéndose, el nombre del pueblo apenas colgaba de un clavo. El polvo volaba en el aire, sin ningún sonido a la vista.
El aliento de Lina se quedó atrapado en su garganta. Esta era la primera línea de defensa de Teran: los pueblos ubicados cerca de las fronteras. Estos eran los lugares donde los soldados descansaban y traían suministros.
El estómago de Lina burbujeaba de ansiedad. Giró sobre su caballo y miró las casas más allá de la entrada. Había ollas y sartenes descartadas por todas partes, ropa rota y cortada, perros desnutridos lamiendo el suelo sucio y apenas un alma a la vista.
—Un visitante...