—No te muevas —murmuró Lina, alcanzando para tocar su ropa.
Kaden se divertía con sus frenéticos movimientos. Le permitió ajustar su corbata con dedos temblorosos, como si eso fuera a esconder la marca evidente en su cuello. Pero por su cordura, él subió su camisa y acomodó su cabello para ocultarla.
Lina le lanzó una mirada agradecida.
Kaden decidió que le gustaba eso mucho más que cuando ella estaba al borde de las lágrimas por sus burlas. Ella tenía esta pequeña sonrisa que lo volvía loco. Era como si estuviera luchando por componerse de una gran sonrisa.
—Vas a ser mi muerte —soltó Kaden, sacudiendo la cabeza por lo rápido que ella lo estaba afectando.
—¿Eh? —parpadeó inocentemente Lina, inclinando la cabeza.
—Deja de torturarme —gimió Kaden, su voz ronca con deseo. Sus dedos se curvaron bajo su barbilla.
Lina se rió de sus palabras, completamente sin entender a qué se refería. Todo lo que había hecho era sonreír. ¿Cómo podría eso ser tan tentador?