Mientras Lina seguía a su padre escaleras abajo, podía sentir la letal presencia de Kaden detrás de ella. Estaba solo a dos peldaños de distancia, pero sentía el calor que emanaba de su cuerpo. Su intensa mirada le quemaba la espalda. Solo tenía que mirarla y su piel se calentaría de deseo.
Incapaz de soportar el silencio sofocante, Lina carraspeó.
—¿Cuánto tiempo estuve inconsciente? —preguntó Lina.
—Dos horas —dijeron Linden y Kaden al mismo tiempo. Ambos se detuvieron, se miraron y fruncieron el ceño. La atmósfera se tensó, ni el padre ni el yerno rompieron el contacto visual. Eventualmente, entrecerraron los ojos.
Lina dudó. ¿Acababa de activar una bomba de tiempo?
—Veo —logró decir Lina, con la esperanza de que eso rompiera su enfrentamiento visual.
Finalmente, Kaden desvió su atención hacia Lina. Abrió la boca para hablar, pero Linden lo adelantó.
—¿Dejaste de tomar tu pastilla de anemia, Lina? —preguntó Linden, haciendo un gesto para que su hija caminara a su lado.