Para cuando llegó Kaden, gritos desgarradores llenaban la sala de partos. Una doctora dirigía el parto con enfermeras abarrotando el área, los tres lavabos ya listos, así como el aviso de UCI por adelantado. No había ni una sola piedra sin tocar, excepto por la mujer que se retorcía en la cama del hospital.
Kaden estaba paralizado en la puerta. Estaba atónito y sin palabras ante la escena ante él. Su esposa nunca había parecido más loca, pero también hermosa al mismo tiempo. Su rostro estaba rojo mientras soltaba otro gemido, Isabelle y Krystal sujetándole ambas manos. Dos chicas humanas no eran rival para la fuerza de una inmortal.
—¡AAARGH! —gritó Lina, incapaz de contenerlo más mientras expulsaba al primer niño con mucha dificultad. Lloraba y se giraba, sudando mientras se aferraba a sus amigos por la vida.
—¡Empuje, señora DeHaven, la cabeza aún no ha salido!